miércoles, 19 de febrero de 2014

El bebé imaginado.


El bebé imaginado


Durante los nueve meses de gestación, la madre ha podido sentir a su bebé dentro de su vientre y la conexión emocional entre ambos se ha ido estableciendo de una manera sutil. La mujer conecta con ese pequeño ser al que todavía no ha visto, no ha tocado ni ha olido, pero sí ha sentido, soñado, evocado, hablado…


Durante la gestación e, incluso, antes de la concepción, la mujer genera una serie de expectativas, ilusiones, miedos y deseos en torno a su futuro hijo que suponen el marco de referencia inicial para la relación con él.


Todas hemos imaginado, antes de ser madres, cómo será tener un hijo, qué sentiremos hacia él, cómo nos organizaremos para su cuidado, cómo será nuestro bebé y nuestra vida junto a él… Hemos anticipado, imaginariamente, distintas situaciones con el bebé y qué emociones experimentaremos.


Así, el punto de partida en la relación madre-hijo se sitúa en estas expectativas e ideas previas que sobre la maternidad, la crianza y su propio hijo tiene la mujer. Este conjunto de expectativas e ideas previas ayudan a la futura madre a prepararse emocionalmente para la llegada del bebé.


Basando las expectativas en la propia madre


Este marco de referencia de la futura madre sobre su propia maternidad está muy influenciado por sus vivencias como hija, por lo que ha visto en otras madres y sus bebés y por lo que su grupo social le transmite. En realidad, en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida, basamos nuestras expectativas en lo que conocemos, en lo que hemos experimentado previamente.


Seguramente, la mayoría de nosotras nos hemos encontrado pensando algo referente a nuestra maternidad y, de pronto, nos hemos sorprendido al tomar conciencia del parecido de ese pensamiento a los que nuestra madre haría o pensaría.


La manera en que nuestra madre vivió su propia maternidad, en cómo crió a sus hijos y sus relatos sobre ello marcan la base de nuestras expectativas sobre la nuestra. Del mismo modo, la oposición a ciertos aspectos de la maternidad y la crianza de la propia madre van a influir en cómo queremos vivir nosotras nuestra propia experiencia.


Lo que la sociedad transmite


Las ideas sobre maternidad y crianza que el grupo social transmite, también tienen una función referencial en las expectativas de la futura madre, ya que la maternidad y la crianza de los hijos tienen un componente socio-cultural importante. La publicidad, las opiniones generalizadas, las tendencias sociales o el comportamiento de otras madres constituyen una fuente de información de gran envergadura para la futura madre.


Esto tiene aspectos tanto positivos como negativos, pues ayuda a la madre a prepararse logística y emocionalmente para la llegada del bebé, pero también la condiciona en muchos aspectos. Es importante ser consciente de que lo que la sociedad transmite no siempre estará acorde con lo que la madre siente o el bebé necesita.


La flexibilidad como punto de partida


Las expectativas de la futura madre tienen una función básica en la preparación mental, emocional y práctica de ésta para la llegada de su bebé. Sin embargo, estas ideas previas y expectativas no se cumplirán en su totalidad, pues el bebé nace con su temperamento propio, y esto influirá en buena medida en la relación con su madre.


Además, la madre, durante el puerperio, experimentará una transformación personal importante que puede derivar en la modificación de esas ideas previas. Por ello, es fundamental que estas ideas previas sobre la maternidad y la crianza del bebé sean lo más flexibles posible, pues esta flexibilidad facilitará la adaptación de la madre al bebé real.

Las fantasías o ideas previas de la madre sobre su hijo pueden considerarse como uno de los pilares de que sientan la base sentido de identidad del niño. De aquí la gran importancia de estas ideas imaginadas. El hecho de que las mismas sean flexibles va a permitir al niño el desarrollo pleno de su identidad personal

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